Sentirse libre en la ciudad. Sentirse libre y a salvo en la ciudad. ¿Cuántas veces nos hemos sentido en plenitud al caminar por nuestro barrio, al volver a casa, al sentarnos en el parque? Algunos espacios urbanos nos entregan más autonomía que otros. Algunas zonas nos parecen más cómodas y tranquilas. Pero, para mantener esa calma, ¿hasta qué punto nos expresamos y hasta qué punto nos contenemos? ¿qué resguardos tomamos para sentirnos lo mejor posible al habitar nuestro entorno?
Más allá de las claras diferencias en la calidad de vida de cada país y ciudad en particular, en todos los casos nos hemos formado una falsa idea del ciudadano o ciudadana que es realmente libre. Porque aunque se contrapone a nuestra naturaleza, todos/as hemos seguido ciertas modas y comportamientos –ajenos a nuestra esencia– para no entrar en la zona de peligro. Peligro de no pertenecer, peligro de quedar al margen. La supervivencia del más apto nos rige y nos obliga a adaptarnos para acercanos a un supuesto ideal que aparentemente nos mantiene a salvo y que nos entrega mejores opciones de prosperar.
Así, muchos/as nos acostumbramos a dejar de ser lo que realmente somos, evitando una mirada displicente, un comentario desagradable, un insulto violento, una agresión física, y peor aún, el exilio hacia lo ilegítimo. Puede sonar exagerado, pero no lo es. La crisis de los entornos urbanos se intensifica junto con las fricciones entre sus habitantes; entre aquellos/as que parecen ser legítimos y aquellos/as que no lo son. Probablemente todos/as nos hemos sentido así alguna vez.
Espacios Oscuros: Develando la ciudad ilegítima
"La diversidad inherente a las ciudades, fuente de riqueza material e inmaterial, también puede ser su gran problema. Porque la diversidad implica ideas contradictorias, intereses conflictivos, proyectos a veces incompatibles. Es decir, las ciudades reales, vivas, dinámicas, también son intrínsecamente, inevitablemente, escenarios conflictivos, espacios de enfrentamiento”. [1]
¿Cómo articular una cierta cohesión a partir de la diferencia?
Para comenzar, es necesario asimilar que existen diferencias latentes. Al pensar en Nueva York, Tokio, El Cairo o Santiago de Chile, se genera inmediatamente una imagen en nuestra mente, y de alguna manera creemos entender cómo funciona cada una de ellas. Sin embargo, en el día a día, la percepción de las ciudades es distinta para cada persona, más aún si esa persona se aleja del ideal dominante. Históricamente, la comunidad LGBTQIA+, en su pluralidad y calidad de minoría, ha debido habitar y apropiarse de su ciudad desde un ángulo distinto al oficial, moviéndose en su mayoría entre la clandestinidad (la represión, el secreto) y el exhibicionismo (la liberación, la marcha). Fluctuando en esta dicotomía, la ciudad de cada individuo se configura en respuesta a sus necesidades específicas; sus espacios de libertad y seguridad difieren de la norma, y a pesar de nos ser iguales para todos/as, comienzan a compartir ciertos códigos que los vinculan como parte de un colectivo. "La prohibición de la homosexualidad obligó a una minimización de los riesgos y a una optimización de la eficacia. Se gesta un sistema de comunicación basado en códigos específicos que van aparejados a la aparición de un mercado casi ad hoc (Pollak, 1987:78). Todo esto se reconoce y se aprende en la 'vida homosexual'. [...] Se aprenden los lugares, las formas, los códigos y el ligue; se descubre la lógica de la vida homosexual". [2]
Esto es lo que denominamos Espacios Oscuros. Todos aquellos espacios ambiguos e indeterminados, a veces temporales y momentáneos, que dan lugar a la colectividad. Espacios que son a la vez tan secretos y subversivos como sensuales, protectores y liberadores. Espacios cuyos límites comienzan a difuminarse junto al resto de la ciudad, ya que nunca estuvieron realmente separados de ella: "En baños construidos para la limpieza y en parques diseñados para la tranquilidad, la ciudad moderna es atravesada, desmantelada y convertida en un travesti en sí misma. El calabozo se vuelve lúdico, el laberinto protector, y los baños eróticos". [3]
A medida que el respeto por el ser humano se vuelve imperativo, los límites se desvanecen y el roce de realidades se intensifica, aumentando la sensación de incomodidad, inseguridad y peligro en todos aquellos/as que todavía no encuentran espacios que los/as acojan y representen adecuadamente. La estructura aparentemente estática de las ciudades se desdibuja en virtud de la sexualidad, y surgen nuevas problemáticas para los que tenemos la oportunidad de pensar y diseñar el entorno urbano:
* Las siguientes lecciones han sido recopiladas y resumidas a partir de sesiones grupales de conversación con miembros diversos de la comunidad LGBTQIA+, realizadas en Santiago de Chile durante 2019 y 2020, utilizando un formato íntimo y guiado por una pauta semiestructurada.
1. Los espacios públicos no están siendo lugares de encuentro efectivos para los miembros de esta comunidad. Según las primeras exploraciones, con excepción de unas pocas calles y parques, la mayor parte de la ciudad aparece como una zona hostil, enfatizando que las periferias –sin distinción de clases sociales– son áreas que entregan, además, una cierta sensación de peligro.
La sensación de libertad y seguridad suele cambiar rápidamente a incomodidad e inseguridad entre una calle y otra, por lo que varios individuos expresan vivir en permanente estado de alerta y vulnerabilidad. "Existen lugares donde me siento inseguro pero también miles de lugares donde me siento incómodo. Para mí prácticamente toda la ciudad es incómoda, y es un problema".
Barrios inclusivos con habitantes tolerantes, teóricamente gay-friendly, de un momento a otro pueden transformarse en lugares peligrosos, llevando a algunas personas a pensar que los espacios más seguros podrían potencialmente representar un mayor riesgo: "Aunque existen barrios supuestamente tolerantes, siento que los gays somos un blanco fácil, que menos gente va a defender a la hora de un ataque. Creo que el peligro de los 'espacios seguros' es que nos sintamos tan seguros, que dejemos de estar alerta".
A veces, el sólo hecho de compartir ambientes frecuentados mayormente por heterosexuales ya representa una inseguridad, especialmente para la comunidad de lesbianas. "Una vez fuimos a una discotheque heterosexual. Y como éramos dos mujeres, se convirtió en un acoso constante. Estás en un espacio en donde perfectamente podrías ser tú, pero te sientes constantemente incómoda e insegura, no estás en tu hábitat".
2. La permanente incomodidad y estado de alerta obliga a los individuos a buscar lugares alternativos de encuentro. Espacios privados y clandestinos (en consecuencia, ilegítimos), van configurando para cada uno su propia versión de la ciudad, en busca de espacios seguros donde puedan expresarse libre o cómodamente. En muchos de ellos se produce una convivencia inédita entre personas de distintas clases sociales, edades y características, ya que ahora el vínculo principal es la sexualidad, permitiéndoles identificarse con otros individuos que viven una experiencia similar.
Al apropiarse de los espacios descartados por el sistema, inconscientemente se va generando una red de lugares de encuentro al margen de las áreas oficiales. "En barrios muy específicos se hacen fiestas clandestinas, en casas abandonadas, y va gente de todas partes de la ciudad. Es una escena underground; hay heteros, bi, no binarios, transexualidad y shows posporno. Ahí se abre todo y es un ambiente donde me siento muy seguro".
Paradójicamente, en lugares ocultos y oscuros muchos suelen sentir mayor protección y liberación que en la ciudad que ha sido diseñada formalmente para ser percibida como segura. "Fui a una fiesta erótica y sentí seguridad al estar en un lugar muy oscuro, con luces rojas de neón, que daban incluso una sensación de calidez. Cuando salí de la fiesta y me enfrenté a la ciudad, el barrio se me hizo hostil, era completamente otro mundo".
La naturalidad de estos espacios, como lugares que surgen a partir de una necesidad básica y urgente, comienza a gatillar instintivamente una serie de situaciones urbanas únicas. "En estos espacios existen ciertos códigos que solo yo y mis amigas conocemos. Nos sentimos protegidas y libres, porque entendemos cómo funcionan. No necesito darle explicaciones a nadie, porque ya me manejo y sé cómo moverme; es un espacio donde me encuentro con otras como yo y nos entendemos".
3. La libertad se expresa con mayor comodidad en espacios programáticamente heterogéneos y socialmente diversos, así como en barrios o espacios relacionados al arte, la cultura y la educación universitaria. "Estar en un lugar donde se ve arte, donde se practica el arte, y donde se hace arte, es una zona de confort para nosotros en comparación con lugares en donde se prioriza el terno y la corbata".
En zonas mayormente homogéneas, "parecer diferente" suele ser destacado de forma negativa, en cambio, en espacios activos con multiplicidad de usos y usuarios, la sensación de libertad aumenta considerablemente . "Donde yo vivo son todos parecidos y soy como un bicho raro, tengo que comportarme 'heteronormadamente'. En el centro, en cambio, ves tantas cosas que empiezas a sentir que da lo mismo, que ya no se están fijando en ti, que puedes ser la persona que quieres ser".
Esta diversidad no necesariamente implica encontrarse con miembros de la comunidad LGBTQIA+, si no con cualquier tipo de diversidad. "A los 16 o 17 años, iba a algunas galerías en donde se jugaban juegos de cartas. No eran espacios gay, eran espacios diversos. Ahí se juntaban distintos grupos urbanos; Góticos, Emos, Otakus, Punks. Uno tenía que producirse y vestirse de manera distinta para entrar en el código; tenía que 'disfrazarme' porque quería tener amigos diversos".
4. Sin embargo, la existencia de diversidad en un espacio físico no es sinónimo de que todas las personas sean realmente bienvenidas. Existen diversidades más aceptadas que otras, y los participantes coincidieron en que las diferencias sociales, culturales y económicas son también replicadas al interior de la misma comunidad. "Si llegamos a un cierto nivel de análisis, vamos a descubrir que de repente los barrios donde las mujeres gays se sienten cómodas no son necesariamente los mismos donde los hombres gays se sienten cómodos. Y tampoco son los mismos lugares donde las personas transgénero se sienten cómodas. Existen ciertos 'barrios de esparcimiento' que en algún momento se entendieron 'para hombres gay' versus otros 'para mujeres gays'. Al final, la misma subdivisión del resto de la sociedad la replicamos dentro de nuestro gueto".
Es posible concluir que no todos los barrios establecidos como queer entregan seguridad, comodidad y libertad a la totalidad de sus miembros. Muchos estuvieron de acuerdo que los privilegios sociales y económicos hacen que la diversidad sea de alguna manera negociable. "Existen estereotipos muy marcados dentro de la misma comunidad. Las personas que no son de un sector acomodado, son menospreciadas por las transformistas en sus shows (stand-up comedy). [...] También recuerdo un comentario que se hacía mucho antes, bien horrible pero muy decidor, y que etiquetaba a las personas de 'gay' o 'maricón', según el barrio en el que vivían. Y es algo que todavía se valida, nos autoboicoteamos".
Ciudades moldeadas por el ser humano
Las observaciones aquí presentadas son sólo una aproximación inicial a un tema complejo, que requiere de la acción conjunta y determinada de todos aquellos actores que participan en la configuración y gestión de nuestras ciudades. No obstante, todo parece indicar que la observación profunda del ser humano y sus diferencias, para dar espacio a la diversidad e inclusión, será uno de los principales temas que enfrentará la arquitectura en los próximos años. Estudiar la honestidad y efectividad de estos espacios –al nacer como una respuesta espontánea de un grupo de ciudadanas y ciudadanos– puede ser un buen punto de partida.
Espacios Oscuros, proyecto chileno iniciado por la arquitecta María Francisca González y el arquitecto José Tomás Franco, analiza las experiencias urbanas de diversos miembros de la comunidad LGBTQIA+ en espacios públicos y privados de Santiago de Chile, corriendo el velo de una situación urbana oculta. Se trata de una observación de las interacciones ilegítimas, de todos aquellos actos que han quedado fuera del diseño predominante, de la ciudad travestida. Un registro que permite comprender el uso, trato y significado del espacio, con el objetivo de hacer visible y disponible una realidad hasta ahora ignorada por los que estamos diseñando las ciudades del futuro.
Referencias
- [1] Ramoneda, J. (2006) 'Ciudades Inclusivas: Retos de la Diversidad Urbana', Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona. Recuperado de CCCB Sitio web.
- [2] Balbuena, R. (2010). 'La Construcción Sociocultural de la Homosexualidad. Enseñando a Vivir en el Anonimato'. Recuperado de Universidad Autónoma de Baja California Sitio web.
- [3] Pierre-Alexandre Mateos, Rasmus Myrup, Octave Perrault, Charles Teyssou. (2018). Cruising Pavilion Manifesto, 16th Venice Architecture Biennale. Recuperado de Cruising Pavilion Sitio web.